Por: Andrés W. Loaiza Fernández,
Director ejecutivo del CEDEP AYLLU
En los últimos años, lo que denominamos hoy como el cambio climático ha ejercido una presión cada vez mayor sobre la gestión de los recursos hídricos en el mundo, provocando una creciente preocupación social y política sobre la disponibilidad y calidad del agua.
La crisis hídrica se ha acentuado en diversas regiones del mundo, con escasez de agua para el uso doméstico y las actividades económico productivas mundiales.
En palabras sencillas, el cambio climático está alterando el ciclo del agua, generando un desequilibrio en los ciclos hidrológicos, provocando fenómenos extremos como el aumento de la temperatura global, inundaciones repentinas y sequías prolongadas.
El Banco Mundial nos alcanza algunos datos: los glaciares andinos han retrocedido entre un 30 % y un 50 % durante los últimos 30 años, lo que pone en peligro la seguridad hídrica de las ciudades y comunidades campesinas, acompañado de la degradación apresurada de las cuencas hidrográficas. El 25% de los ríos, lagos y acuíferos están contaminados debido a la descarga de efluentes, en su mayoría de las actividades extractivas.
Esto está obligando a las sociedades a adaptarse a los nuevos retos vinculados con el agua, fomentando la búsqueda de soluciones sostenibles y la implementación de prácticas de consevación.
Parcelas de cultivos de maíz, de la presente campaña agrícola, afectados por la granizada.